El victimismo como estrategia: del cerebro a la empresa (y a la política)
Todos hemos convivido con él. En reuniones, pasillos o incluso en nosotros mismos: el victimismo aparece como ese susurro constante de “todo me pasa a mí”, “nadie me entiende”, “no puedo hacer nada”. Lo interesante (y preocupante) es que no siempre es un simple estado emocional pasajero, sino una estrategia —a veces inconsciente, otras bien calculada— que puede tener consecuencias profundas en la cultura organizacional, el liderazgo y también en el escenario político.
¿Qué es el victimismo?
En esencia, el victimismo es una actitud en la que una persona se posiciona de manera reiterada como víctima de las circunstancias, de otros o del sistema, sin asumir responsabilidades ni buscar soluciones. Puede manifestarse en una queja constante, en una resistencia al cambio, o en una manipulación emocional encubierta.
Pero lo más relevante es que no siempre es inocente: el victimismo puede ser una forma de poder. Quien se coloca en el rol de víctima gana algo. ¿El qué? Atención, compasión, inmunidad ante la crítica o incluso control del entorno. A nivel neuronal, el cerebro busca eficiencia y seguridad: si la queja o la impotencia garantizan una cierta protección social, el cerebro las automatiza.
Mecanismos cerebrales del victimismo
En términos neurocientíficos, el victimismo activa varias regiones del cerebro relacionadas con la supervivencia y la emoción, como la amígdala, que detecta amenazas, y la insula, que se activa con el dolor emocional. También hay implicación del sistema de recompensa dopaminérgico, que se dispara cuando la persona obtiene beneficios por su rol de víctima (como apoyo, atención o exención de responsabilidad).
Además, el victimismo crónico puede estar asociado a una disregulación del eje HHA (hipotálamo-hipófisis-adrenal), lo que mantiene al cuerpo en un estado de alerta constante, generando fatiga, bloqueo cognitivo y, paradójicamente, mayor sensación de impotencia.
Si quieres saber más sobre la relación entre dopamina y motivación, puedes leer nuestro artículo sobre las decisiones y la dopamina.
Victimismo en las organizaciones: líderes y equipos
En la empresa, el victimismo puede instalarse en cualquier nivel jerárquico:
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Líderes victimistas: suelen justificar su falta de acción o de liderazgo culpando al “sistema”, a la dirección, al mercado o al equipo. Transmiten inseguridad y bloquean la innovación.
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Empleados victimistas: muestran resistencia al cambio, dependencia excesiva y escasa responsabilidad personal. Son proclives a sabotear propuestas nuevas con frases como “eso aquí nunca ha funcionado” o “es inútil intentarlo”.
El problema es que el victimismo no solo drena energía colectiva, sino que es contagioso. La neurociencia social muestra cómo las emociones se contagian a través de las neuronas espejo, creando un clima organizacional negativo que limita la creatividad y la acción fuente: Greater Good Science Center – UC Berkeley.
El victimismo como estrategia política
Más allá de la empresa, el victimismo se utiliza estratégicamente en la política. Partidos o líderes se presentan como víctimas de conspiraciones, de los medios o del “sistema”, construyendo una narrativa emocionalmente potente que polariza y moviliza.
La narrativa victimista funciona porque apela a una emoción muy primaria: la injusticia. El cerebro humano es especialmente sensible a los relatos que explican el sufrimiento como causado por “otros” —y si esos otros son claramente identificables (ricos, migrantes, élites, el Estado...), más eficaz es la estrategia.
Además, el discurso victimista reduce la complejidad: no hace falta pensar, solo sentir. Y en un entorno de sobrecarga informativa, eso es oro puro.
¿Qué podemos hacer desde la neurociencia aplicada?
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Fomentar la autorresponsabilidad: programas de formación que trabajen el locus de control interno ayudan a disminuir el victimismo. El liderazgo consciente y el coaching neurobasado también aportan recursos útiles.
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Detectar patrones emocionales: si en una organización las quejas son constantes, quizá haya que revisar no solo la comunicación, sino también la gestión emocional del equipo.
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Reforzar el pensamiento crítico: tanto en la empresa como en la ciudadanía, enseñar a cuestionar relatos simples y emocionalmente cargados es clave para no caer en trampas narrativas.
Te puede interesar nuestro artículo sobre storytelling y neurocomunicación para entender cómo se construyen estos relatos desde el cerebro.
Conclusión: menos excusas, más conciencia
El victimismo no es simplemente una forma de quejarse. Es una estrategia, muchas veces inconsciente, que nos resta poder personal y daña la cultura empresarial. En política, puede ser aún más peligroso: divide, simplifica y manipula.
Desde la neurociencia empresarial podemos detectar, comprender y transformar estos patrones. Porque si algo nos muestra el cerebro es que podemos cambiar… pero solo si dejamos de echarnos la culpa a nosotros o a los demás, y asumimos que el primer paso hacia el cambio es dejar de ser víctimas de nuestra propia historia.
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