Adicción al poder: cuando el liderazgo se convierte en una amenaza silenciosa
El dulce veneno del poder
Más de una vez, en consultorías con empresas me he encontrado con CEOS con una especial forma de actuar. Interrumpen constantemente, no escuchan a su equipo y parecen más interesado en imponer su autoridad que en tomar buenas decisiones. Se me ocurre una descripción: “Este tipo de líder no gestiona, se alimenta del poder”.
Esa experiencia me motivó a profundizar en un fenómeno que está más presente de lo que imaginamos en el mundo corporativo: la adicción al poder. Un problema que, aunque muchas veces pasa desapercibido, puede tener efectos devastadores para la salud de una organización y por que no, para la política y la sociedad.
¿Qué es la adicción al poder? Un enfoque desde la neurociencia
Lejos de ser solo una metáfora, la adicción al poder tiene fundamentos reales en la biología del cerebro. Al ejercer poder, se activa un circuito de recompensa que libera dopamina, un neurotransmisor asociado al placer y la motivación.
El circuito de la recompensa en acción
Este subidón de dopamina genera una sensación placentera que, como en cualquier adicción, puede volverse una necesidad. El problema aparece cuando el líder no puede funcionar sin sentir que domina o controla. Deja de tomar decisiones racionales y empieza a actuar por necesidad de alimentar su ego.
El poder reduce la empatía
Varios estudios han demostrado que el poder disminuye la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Literalmente, ciertas zonas del cerebro vinculadas con la empatía se desactivan cuando una persona se siente poderosa. Esto puede llevar a una desconexión emocional peligrosa entre el líder y su equipo.
La tríada oscura: cuando el poder potencia lo peor
En psicología, se habla de la tríada oscura para describir tres rasgos de personalidad especialmente dañinos en posiciones de liderazgo:
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Narcisismo: obsesión con la imagen, necesidad de admiración constante.
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Maquiavelismo: manipulación estratégica, frialdad emocional, visión utilitaria de los demás.
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Psicopatía subclínica: impulsividad, ausencia de remordimiento, insensibilidad emocional.
Cuando una persona con estos rasgos accede a una posición de poder, el riesgo de que desarrolle una adicción al poder y se convierta en un líder tóxico aumenta considerablemente.
Consecuencias para las organizaciones
1. Culturas de miedo
Las empresas lideradas por personas adictas al poder suelen desarrollar una cultura de miedo. La innovación se estanca, la comunicación se bloquea y los empleados terminan priorizando la obediencia por encima de la iniciativa.
2. Fuga de talento
Los profesionales valiosos tienden a abandonar rápidamente entornos donde no pueden crecer, aportar ideas o ser escuchados. Esto deja a la empresa con equipos conformados por personas más sumisas y menos críticas, lo que termina impactando directamente en los resultados.
3. Decisiones centradas en el ego
Un líder adicto al poder tiende a tomar decisiones no por el bien de la empresa, sino para mantener el control, impresionar a otros o proteger su imagen. Esto puede derivar en conflictos internos, pérdidas económicas y daño reputacional.
¿Y en la política? Una breve mirada
Aunque este blog está centrado en el mundo empresarial, es inevitable ver este mismo patrón en el ámbito político. Líderes que buscan perpetuarse en el poder, que manipulan la información y que eliminan toda voz disidente muestran claras señales de narcisismo y conducta adictiva al poder.
Ya sea en una organización o en un país, las consecuencias son similares: pérdida de libertad, deterioro de la confianza y un entorno donde el miedo reemplaza al diálogo.
Cómo identificar a un líder adicto al poder
No siempre es fácil, pero hay comportamientos que pueden servir como señales de alerta:
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No acepta críticas ni retroalimentación.
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Se comunica de forma autoritaria y vertical.
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Necesita tener el control absoluto de todos los procesos.
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Acapara la atención en reuniones o presentaciones.
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Se rodea de personas que lo adulan y evitan contrariarlo.
¿Qué hacer si trabajas con (o para) un líder así?
Aquí van algunas estrategias prácticas para lidiar con este tipo de líderes sin poner en riesgo tu bienestar ni tu desarrollo profesional:
1. Mantén límites claros
Procura mantener una postura profesional, clara y firme. No caigas en la adulación ni en la confrontación directa innecesaria. La clave está en mostrar seguridad sin provocar un enfrentamiento.
2. Deja registro de todo
Es fundamental documentar acuerdos, decisiones y tareas por escrito. En ambientes controladores, la falta de claridad puede ser utilizada en tu contra.
3. Crea redes de apoyo internas
No enfrentes este tipo de situaciones en soledad. Habla con colegas de confianza y busca alianzas que te permitan compartir percepciones y actuar con respaldo.
4. Evalúa tu permanencia
Si bien es posible convivir con un líder así durante cierto tiempo, si el entorno se vuelve tóxico de forma persistente, es válido considerar otras opciones. Tu salud mental y tu desarrollo profesional no deben estar en juego.
Reflexión final: el poder como espejo
Existe una frase muy conocida que dice: “El poder no corrompe, revela”. Y desde la neurociencia sabemos que es cierta. El poder saca a la luz aspectos profundos del carácter de una persona. Si hay vacío emocional, necesidad constante de validación o falta de empatía, el poder no hará más que amplificarlos.
El liderazgo saludable necesita más que carisma o resultados: requiere madurez emocional, autoconciencia y responsabilidad ética.
¿Te has encontrado con líderes adictos al poder? ¿Cómo lo gestionaste? Me encantaría conocer tu experiencia en los comentarios.
Para saber más:
La Triada Oscura en las organizaciones
Autoridad y cerebro: el costo mental del poder
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